El objeto fetiche: su sistematización

Fragmentos del capítulo del libro “Aportaciones al concepto de objeto en psicoanálisis” de Baranger W. y otros. Editorial Amorrortu. 1980 y del libro “Volviendo a pensar con Madé y Willy Baranger”, compilador Luis Kancyper. Editorial Lumen. 1999


 

ETIMOLOGIA DEL CONCEPTO FETICHE

El mismo término, fetiche, es usado en psicoanálisis para definir una perversión, en tanto que en etnología sirve para designar aquellos objetos (trozos de minerales, vegetales, pieles de animales, pelos, animales enteros o plantas de cierta especie, etcétera) que adquieren la categoría de cosas sagradas, respetadas, a las que se rinden cultos y sacrificios implicando un carácter mágico religioso.
Pueden ser equiparables como cosa en sí, al dios invocado, abriendo el paso a un encadenamiento de sustituciones simbólicas “encarnándolo” en este caso, o actuando como intermediarios para su invocación.
Entre los etnólogos, el vocablo fetiche recibe acepciones diversas.
Es destacable que algunas corrientes tienden a homologar el concepto con la idea supersticioso animista de talismán, derivada etimológicamente del término portuguésfetisso o feitizo que significa (Littré) objeto “encantado”.
En este caso el espíritu, el dios, el genio invocado alberga temporalmente o se encarna en él al objeto. La distancia entre el signo y lo significado, entre el símbolo y lo simbolizado varía de una cultura a otra, estableciendo los diferentes sistemas de ordenación simbólica que permite distinguir una sociedad de otra.
Desde otra perspectiva, derivada de una concepción filosófica materialista, el fetiche aparece como un modo de alienación, de sacralización unideterminado por el dinero como valor de intercambio. Aparece entonces la noción de “fetichización” para definir en un sentido sociológico el culto idolátrico a los objetos materiales: automóvil, sexo, diversas ideologías, etcétera.
Resultan de este modo curiosas las derivaciones semánticas que devienen de la utilización de un mismo concepto.
Según lo considerado hasta aquí remitiría a:
· la idea de una fuerza superior atribuida a un objeto cargado de propiedades mágicas, resultante de la encarnación del genio dios con cualidades maléficas o benéficas;
· expresión de la alienación del sujeto en la idolatría del dinero como valor de intercambio.
Se ha señalado que el concepto fetiche habría sufrido una distorsión semántica en su uso ya que en su sentido originalmente aparecía implicando lo contrario: fabricación en el sentido de artefacto,. Deriva (para Braudillard J.) del término portugués feitico que significa “artificial”, el cual a su vez proviene del latín facticius. el sentido de “hacer” aparece como primero, el sentido de “imitar por los signos” es el que está presente en vocablo maquillaje, que proviene de maken, to make, machen, los cuales derivan a su vez de la raíz facio, facticius, feitico, que en español de afeitar (embellecer), afeite (cosmético), en francés feint, y también en español hecho, hacer, de ahí hechizo(artificial, fingido, postizo).

 

EL OBJETO FETICHE Y LA MAGIA

El mismo concepto, fetiche, es utilizado en Psicoanálisis para describir hechos clínicos diversos así como, por el contrario, la variación se apoyaría en las distintas conceptualizaciones teóricas que subyacen a la “naturaleza” del objeto fetiche.
El término, está impregnado de connotaciones singulares, ligadas a las prácticas de magia o hechicería (uno de sus sentidos etimológicos es derivado de la raíz facio, facticius, feitico correspondiente al español hechizo, objeto encantado). En el campo de la Etnología, el uso del concepto deriva fundamentalmente de este sentido etimológico.
Cabe preguntarse si esta misma connotación no está implícita en la concepción de fetiche en las perversiones clínicas. Ello en cuanto que el concepto de “objeto fetiche” resulta inseparable de una práctica mágica, asociada a la realización de un ritual.
En la revisión bibliográfica realizada y desde la propia experiencia en la clínica, encontramos que la organización de un “escenario” y la discriminación de sus elementos constitutivos da la verdadera significación a la práctica fetichista. La serie de rituales permiten homologar el acto perverso a un culto religioso privado.
Por la ausencia de mediación entre el fetichista y su objeto, este culto aparece como directo, a diferencia del culto religioso en que el creyente se une a Dios (figura ideal omnipotente) de modo indirecto, simbólico a través de una plegaria.
Nos preguntamos en qué “espacio” se desarrolla este culto secreto, privado, diferente del ritual religioso.
No es totalmente interno, es decir reducido a la vida imaginaria del fetichista siguiendo la satisfacción alucinatoria ligada al principio del placer.
Tampoco es externo en tanto mundo poblado de objetos ligados al principio de realidad que pueden ora gratificar, ora frustrar.
Metafóricamente este espacio ni totalmente interno ni totalmente externo comprende el “escenario” en que se despliega la magia: las ideas de Winnicott con relación al área de ilusión confluirían en este punto. En el escenario de su culto privado el fetichista se sueña “amo y Señor” en su fantasía de fusión con el objeto idealizado.
Actúa indiferenciado con dicho objeto y como Constructor de él: a partir de ello, es.
En el instante preciso de la realización del acto perverso desaparece la frontera que separa el objeto real, concreto (es tan sólo un zapato! … ) del objeto ideal, “construido” (la ilusión cuasi delirante de la existencia de Falo materno).
En el mundo mágico omnipotente está rota la diferenciación Yo no Yo, interno externo. La ilusión de satisfacción de deseos sustituye al Juicio de Realidad.
Hemos considerado en este sentido las ideas de Glover con relación al Juicio de Realidad, así como el clivaje del Yo con negación parcial de la realidad ligada a la constitución del objeto fetiche, como negación omnipotente de la ausencia de falo materno.
Pero ni la magia es total, ni la ilusión completa, ni la omnipotencia de deseos reina soberanamente. El fetichista necesita de un ritual minucioso para conjurar su angustia y cumplimentar sus fantasías.
El ritual fetichista comprende una serie de maniobras complicadas, presentando, en tanto ceremonial, ciertos puntos de contacto con las prácticas obsesivas.
Comparte con éstas su carácter privado, secreto, la emergencia de angustia ante la omisión de un detalle, exigiéndose minuciosidad en la ejecución. La diferencia radica, en el carácter de transacción que presenta el ceremonial obsesivo, la presencia en éste de una defusión de la instintividad y en que la sexualización en relación con el objeto aparece como secundaria.
Para Masud Khan, la práctica fetichista constituye un verdadero “collage” multideterminado.
Entre las múltiples significaciones ligadas a la ritualización fetichista consideramos:
a.- La construcción de un “objeto fálico” sexualizado.
b.- La organización de un “escenario” en torno al acto sexual, que constituye una verdadera máscara de “soporte” del objeto fetiche. La parte (el fetiche) sustituye al todo (persona total).
c.- Conjuro omnipotente contra la angustia en la estructuración de una defensa contra la desorganización témporo espacial. De ahí la importancia del ritual en tanto sistema de control emparentado con los mecanismos obsesivos.
d.- Fantasía de fusión con un objeto primario-omnipotente-ldeal-madre falo sobre cuyo monumento se erigiría el ser del fetichista. (8) (22)
e.- A partir del carácter rítmico que pueden presentar ciertos rituales en cuanto a la presencia de conductas alternantes
amor-odio;
ternura-agresión;
dominio-sumisión
se reconoce la singularidad de elementos que multideterminan al fetiche. Dicho ritmo comprendería en una sucesión temporal la aceptación de la ley de interdicción del incesto y la transgresion de la misma.

EL OBJETO DEL FETICHISTA Y LA ESTETICA.

LA CREACION POETICA
Puede emparentarse el proceso de “construcción” del fetiche con los mecanismos sublimatorios que derivan en la creación artística.
En la primera parte de sus Aportaciones a la vida erótica, Freud se refiere a las descripciones de las “condiciones eróticas” en la elección de objeto hechas por los poetas armonizando la realidad con las exigencias de la fantasía.
A partir de la construcción estética el poeta descarga sus más tempranos deseos infantiles reprimidos por medio de la representatividad simbólica.
Entre los múltiples ejemplos que podemos tomar para el análisis de la creación artística recurriremos a los de la poesía ya que éstos pueden ser muy ilustrativos con relación a la unión entre belleza física y enamoramiento.
Recogemos así uno de Los versos del Capitán , poemas inspirados en una tempestuosa historia de amor de Pablo Neruda, quien se atribuyó la paternidad de los mismos al cabo de muchos años de su publicación. En él, el tema de “los pies”, que le da título al poema, adquiere una dimensión que consideramos equiparable al objeto fetiche:

LOS PIES
Cuando no puedo mirar tu cara
miro tus pies
Tus pies de hueso arqueado,
tus pequeños pies duros.
Yo sé que te sostienen,
y que tu dulce peso
sobre ellos se levanta.
Tu cintura y tus pechos,
la duplicada púrpura
de tus pezones,
la ceja de tus ojos
que recién han volado,
tu ancha boca de fruta,
tu cabellera roja,
tu pequeña torre mía.
Pero no amo tus pies
sino porque anduvieron
sobre la tierra y sobre
el vientre y sobre el agua
hasta que me encontraron.

Las circunstancias que diferencian la creación del artista y la “construcción” del fetiche pueden abordarse desde múltiples puntos de vista.
El objeto transicional, como habitante del “espacio de la ilusión” (Winnicott) abre una rica perspectiva para la comprensión de esta articulación.
Mientras la transformación del objeto transicional en fetiche se constituya a partir de la convicción cuasi delirante de la existencia del Falo materno, su evolución hacia las significaciones simbólicas que desembocan en el campo de la cultura, es a través de la búsqueda esperanzada, vivida como re encuentro, de fusión con el objeto original=pecho.
Para Winnicott la oposición fetiche / objeto transicional ocurre a través de la antinomiadelirio del falo materno / ilusión del falo materno. Siendo el objeto transicional “la raíz del simbolismo en el tiempo” la creencia ilusoria del fetichista de unión=fusión con el falo materno idealizado omnipotente, por un lado y la comunión del artista con su obra de arte por otro, puede presentar entre sí límites borrosos.
Hemos llamado el fetichista “constructor” (facio, feitico, facticius, “artificial” en el sentido de “hacer”) de un objeto. Un objeto que debe cumplir necesariamente una “condición” que puede ser variada en el cual a nosotros nos interesa señalar las particularidades estéticas: feo/bello, fascinante/repugnante, etcétera (facio, facticius, feitico, afeitar, afeite, “embellecer”).
La “condición” del objeto amoroso ha sido magistralmente expuesta por uno de los mayores exponentes de la lírica arábigo andaluza, Ibn Hazn de Córdoba. Es interesante observar que lo que se resalta aquí como objeto de amor es considerado estéticamente “feo”.
De su bello libro El collar de la paloma, Ibn Hazn refiere una “condición” en la elección de objeto amoroso. Destaca su carácter fijo, inmutable, caprichoso. “No hay que asombrarse de que haya quien ame una vez lo feo”. Y luego: “Ni tampoco quien desde que nació se sienta naturalmente arrastrado a preferir lo peor”. Sobre este tema dice en una poesía:

Había un mancebo cuya amada tenía el cuello corto,
como si las de gallardo cuello fuesen fantasmas a sus ojos,
y estaba muy pagado del mérito de su elección,
aduciendo una prueba cuya verdad era muy clara:
“ Las vacas salvajes andan en refranes al hablar de belleza
y nadie nunca les ha negado la hermosura.
Pues bien, tienen cuello corto, y ni una sola lo tiene airoso
y ¿están bonitos los camellos con sus cuellos largos?”
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El sutil poeta cordobés, presenta en dicho capítulo con penetrante lucidez los avatares de la elección del objeto amoroso, pareciendo adelantarse, en un salto en el tiempo, a las singularidades descriptas por Freud sobre la vida erótica humana en Introducción al narcisismo. Heredero de la más rica tradición árabe relata cómo habiendo amado una cualidad determinada “no puede ya luego amar otra contraria”. “De mí sé decirte que, en mi mocedad, amé a una esclava mía de pelo rubio, y que a partir de entonces no ha vuelto a gustarme una morena aunque fuese más linda que el sol o la misma imagen de la hermosura. Desde entonces encuentro esta preferencia arraigada en mi modo de ser”. Y “Otro tanto le sucedía a mi padre”… “Tocante a los Califas… (…) se inclinaban a preferir el color rubio”. “Ellos mismos, además eran todos rubios, por herencia de sus padres y vino a ser en ellos congénito”. (…) “Lo que no sé si su gusto por las rubias era una preferencia connatural en todas ellos o una tradición que ellos tenían de sus mayores y ellos siguieron”.
Subrayamos la significación en la elección del objeto amorosa, el papel de las figuras parentales, presentes del mismo modo en la creación artística.
El objeto creado por el artista comprende un objeto mágico, bisexual entre un padre interno que da y una madre que recibe y da luz a un niño “si el producto es estético, el artista habrá hecho de sí mismo una ‘entidad’ y habrá acomodado la omnipotencia con el sentimiento oceánico”.
Señala al respecto Stockes que hay una reductibilidad del producto estético a aspectos de tendencias dominantes en el Yo del artista. Hay un apropiamento de los objetos en cuanto al tema que proponen.
Entre los variados temas que aparecen en la literatura, los cabellos adquieren con frecuencia un valor muy particular en la poesía amorosa. No escapa a esto Edgar Allan Poe .De su poema “Eulalia” recogemos:

Yo habitaba solo
en un mundo de lamentos
y mi alma era una ola inmóvil
hasta que la bella Eulalia fuera mi púdica mujer,
hasta que, con sus cabellos dorados, la joven Eulalia fue mi sonriente mujer
¡Oh! ¡Menos, menos brillantes
las estrellas de la noche
que los ojos de la radiante joven!
Y nunca una nubecilla
que el vapor pueda hacer
con los colores púrpura y perla de la luna
puede valer, en la modesta Eulalia, como la más abandonada de sus trenzas
ni puede compararse aún con la brillante mirada, a la más sencilla y descuidada trenza de Eulalia.

Pero la “condición” que permite la construcción del fetiche implica una contraparte fundamental: que el objeto sea susceptible, o se “preste” a convertirse en tal (entraríamos aquí en los vericuetos de la sexualidad femenina: ¿a qué mundo de fantasías responde la mujer que es partícipe de un ritual fetichista?).
En la poesía maldita de Baudelaire, la Mujer aparece descripta entre sus versos (tal en“Bendiction” de “Les fleurs du mal”) como un objeto que se “ofrece” a la idolatría. Nos remite esto, en lo formal, a las condiciones de fetichización.
En este caso, es la mujer la que se ofrece como objeto de adoración, como objeto para un culto idolátrico. Nos lleva esto a preguntarnos sobre un aspecto no considerado hasta ahora y es en el ritual fetichista el papel que desempeña la mujer en la ejecución del ritual.
La descripción de Baudelaire corresponde a un derivado del objeto de amor original-sensual y maligno. Lo sensual está determinado por las cualidades estéticas:
…………………………..
Su mujer va gritando por las plazas públicas:
“Ya que él me encuentra bastante bella para adorarme,
desempeñaré el papel de los ídolos antiguos
y como ellos quiero hacerme adorar de nuevo.
Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra
de genuflexiones, de carnes y de vinos,
para ver si puedo de un corazón que me admira
usurparle, sonriendo, los homenajes divinos.
Y cuando me hastíe de esas farsas impías
pondré sobre él mi frágil y fuerte mano
y mis uñas, semejantes a las de las arpías,
sabrán labrarse un camino hasta su corazón.
Como un pajarillo que tiembla y que palpita,
arrancaré ese rojo corazón de su seno
y para saciar mi bestia favorita
se lo arrojará al suelo con desdén”.

El objeto femenino diabólico, castrador, fálico, sometedor, es continuidad en el poema de un aspecto materno maligno, que reniega del fruto de sus entrañas (constituye esto una relación directa con la autobiografía del autor).
Como alternativa a esto, el poeta luego, en la parte última del poema se dirige a Dios, como figura idealizada, Todopoderosa, perfecta.
Ya sobre el final, un interrogante: ¿no nos recuerda el fetichista, en la repetición periódica de su ritual a un artista insatisfecho, a un inconformable esteta?
En tanto humanos, cierta dosis de fetichización, ¿no nos estaría acompañando en cada una de nuestras producciones, en cada uno de nuestros anhelos?
Sin duda, el proceso de creación de la obra de arte, así como la creación científica como resultado de la sublimación de los ideales infantiles más arcaicos, guardan secretamente dentro de sí, como ocurre en el fetichismo, una búsqueda ilusoria de encuentro con lo absoluto. La perfectibilidad de la belleza en el placer estético del Arte, el interrogante infatigable sobre la verdad en la investigación científica.
En Fedro, Platón indica que no hay en la Tierra imágenes sensibles de la sabiduria, hay en cambio, imágenes visibles de la belleza. El mismo interrogante y la búsqueda continua de la belleza se mantiene a través de los siglos en forma intacta.
En La muerte en Venecia, Thomás Mann pone, tras el ensueño torturado de Von Aschenbach, la lucha del espíritu sensible que busca superación:
“¿Por qué la belleza? Fedón, nótalo bien, sólo la belleza es al mismo tiempo divina y perceptible”. Pero esta búsqueda no es acaso “camino peligroso, un camino de perdición y de extravío?”. Porque “has de saber que nosotros, los poetas, no podemos andar el camino de la Belleza sin que Eros nos acompañe y nos sirva de guía; y que si podemos ser héroes y disciplinados guerreros a nuestro modo nos parecemos sin embargo, a las mujeres, pues nuestro ensalzamiento es la pasión y nuestras ansias han de ser de amor. Tal es nuestra gloria y tal es nuestra vergüenza”.
La no perfección nos lleva al anhelo de perfectibilidad en un volver incesante a la insatisfacción sin renunciar a la esperanza de hallarla alguna vez de manera definitiva y concreta. Pero acordamos en esto con Bion en que el Mesías debe no nacer para conservar la esperanza de su perfección.
Porque si naciera, el objeto perfecto sería la detención, la Muerte, “los artistas aspiran a la inmortalidad, sus objetos no sólo deben ser devueltos a la vida, sino que también la vida que tienen es eterna. Y de todas las actividades humanas, el Arte es la que más se acerca a la inmortalidad; una gran obra de arte es probable que escape a la destrucción y al olvido”.
Aquí se separan la búsqueda de perfección estética del fetichista y del artista. Una, en una reiteración circular, búsqueda repetitiva (Tánatos); otra, creación de vida a partir de fragmentos (Eros).