La violencia: entre el horror y la poesía.

Artículo publicado completo en la Revista de la Asociación Psicoanalítica Argentina 60º Aniversario.


 

La inquietud generalizada en los últimos tiempos por abordar la temática de la violencia familiar y social responde al incremento de sus manifestaciones en nuestro país y en el mundo entero.
La violencia se ubica en la frontera entre los psíquico y lo social. Por sus implicancias en el orden moral con los congéneres alcanza un status jurídico. La trasgresión a dicho orden moral es generatriz de una escalada violenta que trasciende el plano interpersonal y se desborda hacia la comunidad.-
La violencia constituye un concepto que es extensible a multiplicidad de manifestaciones de diversa índole.

Lo importante para los que trabajamos con este orden de problemática interesa ponderar serie de factores tales como el mayor o menor grado de destructividad, de sadismo y de envidia en la relación con el otro. Destaco al respecto que dichos factores se presentan bajo la forma de ataque al vínculo: goce en la aniquilación, sumisión, desmentida, sojuzgamiento.

En los vínculos predomina no ya la procuración del amor hacia el otro, retro alimentando la propia auto estima en la vivencia de potencia y fecundidad creadora, sino el apuntalamiento acorazado de la propia omnipotencia destructiva que necesita colocar al congénere como objeto de odio, mortificación, martirización.
La meta es infrigir dolor.-

Si se trazan algunos elementos centrales desde la teoría psicoanalítica relativas al tema de las relaciones de abuso y de ejercicio de diversas formas de violencia a partir del poder parental subrayo como central desde Freud su hipótesis que el nacimiento de la cultura, de la moral, del orden social, surge desde la redistribución de lugares constitutivos de la solidaria horda fraterna, sucesora del mítico homicidio al Gran Padre violento y autoritario.

Se recuerda que el indiscutible acceso a las hembras del padre, alimenta el odio, con repudio a su poderío.
Banquete totémico – culpa – identificación con el antecesor mítico marcan los límites de un grupo, de una cultura.
Todo desafío, en última instancia, nos remitiría al destronamiento, la matanza del padre primordial.
El estudio de casos especiales, sea en la clínica (paidofilia, fetichismo u otras desviaciones en la conducta sexual) así como mi experiencia en la práctica forense, me han permitido visualizar la pregnancia de esta organización fantasmática (bajo la forma del cacique, el patriarca, el gran jefe) bajo cuya sombra subyace el caos, la desorganización psíquica que conduce a algunos desesperados al crimen, o en los ropajes de las escenas del abuso, el incesto o la violación.
Willy Baranger ha precisado la figura del corruptor, como iniciador desafiante y transgresor de la ley, estableciendo un recorrido desde la castración hacia la pulsión de muerte, con las correspondientes fantasías de madres profanadas y su relación con los límites del incesto.-
Desde otro vértice conceptual, Arnaldo Rascovsky consideró que el filicidio antecede al parricidio, sustentando la indefensión del hijo ante la amenaza criminosa de las figuras parentales.
Abundan en la mitología referentes de deidades masculinas y femeninas como poderosos agentes de la vida y de la muerte, de la fertilidad y de la destrucción.
En un hermoso trabajo de Freud, basado en el tema de la elección de un cofrecillo, son marcados los lugares en que, desde el folklore y la literatura, es representada la mujer, como elección posible del hombre en su triple carácter de madre – protectora, mujer sensual, la apacible y muda muerte.
Puntualizaba Serge Leclaire, en sus conferencias en la A.P.A.(1975) que en los casos de abuso sexual, en su sentido médico legal, había que captar que estaba connotado que el pregnante y “verdadero” incesto es el producido con la madre.
Planteaba esto remarcando la noción de incesto como goce incitante en la primaria relación madre niño, diferenciándolo de lo que él llamaba el “incesto médico legal”

Junto con Julia Grinberg de Ekboir y Pablo Solvey hemos asimismo constatado, en el estudio de pacientes provenientes de grupos minoritarios, la presencia de verdaderos “mandatos endogámicos” que resultaban articulados con fuertes sentimientos de culpabilidad asociados a fantasías parricidas.
No puede dejar de subrayarse la importancia que tiene, en el estudio de sujetos y grupos familiares en que prevalece ese tipo de mandatos endogámicos, un abordaje que contemple los estudios interdisciplinarios articulados con el nivel antropológico – cultural.-

En la experiencia en el abordaje de sujetos perversos abusadores de niñas, a través de la continuidad del largo y penoso trabajo psicoanalítico, he podido constatar la emergencia de huellas mnémicas sepultadas. Ello ponía sobre el tapete un elemento común, francamente traumático: haber sido objeto de abuso en momentos clave de su desarrollo.
La severa falla ambiental, en el sentido Winnicott, impedía el vigor y el necesario soporte para impedir el ataque, para mitigar el dolor de la afrenta. Más aún, el agente activo de su producción no había sido ajeno a la familia: padre biológico, padrastro, tío, u otros allegados supuestamente confiables.
¿Cómo entender el ejercicio de un poder abusivo? ¿Porqué nos resulta tan impensable? ¿ Qué es lo que conlleva a que los deseos paidófilos sean tan repudiados de modo universal?
Un primer nivel de respuesta es obvio, en tanto constituye el resultado del horror provocado por la pregnancia de una ley moral universal, como es la prohibición del incesto.
Si se sigue el pensamiento de Angel Garma, puede entenderse el triunfo (maníaco) sobre el objeto teniendo como fin comportamientos destructivos que provocarían la repulsa ambiental y superyoica, siendo percibidos como merecedores de castigo. De acuerdo a ello constituirían comportamientos punibles que tendrían como finalidad directa exonerar la culpa de los objetos persecutorios, configuradores del superyó.
Por otra parte, agregaría que también comprende el repudio a la transformación, bajo signo contrario, de las naturales tendencias amorosas hacia la descendencia. Es el naufragio de la figura de Su Majestad el niño en que se tiende proyectar los ideales de perfección y los propios sueños fallidos en la propia descendencia y, por extensión, en todo el universo infantil como representante de las generaciones venideras.
Nos encontraríamos entonces conque habría una falla en la estructura ética abstracta integrada al Ideal del Yo que implica la imposibilidad de poner freno a la emergencia de elementos arcaicos ligados a la indiferenciación y la destructividad, no pudiendo afirmarse el proceso de humanización.-

Se suelen asociar las expresiones de violencia con variadas formas de ataques directos al cuerpo: golpes, abandonismo, formas de abuso. Pero también en el habla como forma constitutiva en relación a la condición humana (somos seres lingüísticos) se puede vehiculizar la violencia: ya no sólo bajo las formas degradantes del insulto, la denigración sino también en sutiles maniobras desacalificatorias de la posición del otro hacia condiciones de desconocimiento, paralización o confusión enloquecedora.
En la psicoterapia psicoanalítica de personas padecientes de abuso he constatado vivencias asociadas a determinado orden de experiencia de dolor psíquico que las hace de muy difícil procesamiento a través del lenguaje. Hay elementos de ocultamiento ligados a la vergüenza por la afrenta padecida, hay necesidad de mutismo no sólo como efecto del pánico sino por el dolor, el pudor. Pero, además, son vivencias que resultan innombrables por lo siniestras y por la dificultad de hallar articulaciones comprensibles y accesibles a la escucha de otro, pero también para sí. Los sentimientos asociados a la rabia son de perplejidad, confusión…
Mientras que el lenguaje como medio expresivo del amor, de empatía, puede unir, su manipulación (en la interacción interpersonal cara a cara o a través de los medios de comunicación) puede deteriorar y obturar la posibilidad de establecer vínculos fecundos.
En los casos de abuso de lo que se trata es que hay un reconocimiento muy íntimo e inefable de algo que alguna vez estuvo y ya no está más, entramándose ello con el circuito de la serie de ilusión- desilusión descripta por Winnicott, en términos de intrusividad ambiental que redunda en una patología (por déficit) del área de la transicionalidad.
La propia experiencia vital es vivenciada en forma tal que resulta legitimable en el ‘testimonio’ y es imposible de ser negada.

La poetiza argentina Ivonne Bordelois señala formas de violencia como ataques provenientes de la cultura de nuestros tiempos: el consumismo y la banalidad en los valores lleva a una exhibición escatológica de mal gusto en el uso del lenguaje, constituyendo una verdadera violación a sus principios básicos constitutivos.
Nos dice que si la comunicación en el lenguaje amoroso, en la poesía, es representante de la acción de Eros, el lenguaje del insulto, lo soez constituyen fieles expresiones de la pulsión de muerte que amenaza la experiencia de Eros. Contra dicha destrucción la poesía revelaría su don de escucha y sus poderes de lucidez, de protección, y de supervivencia, ligados a la pulsión de vida.
Acuerdo con Ivonne en que la poesía canta en nuestro corazón con una voz más consoladora que la de la historia, y su verdad es, con todo, más profunda y eterna que la misma historia.-
Quisiera cerrar este escrito con un poema de su libro “El alegre apocalipsisš que refleja fielmente lo antedicho y aplicable a la realidad social de nuestros días no sólo en Latinoamérica sino en otros lugares castigados por la injusticia y la violencia.

El enemigo

Hubo un guerra.Todos la perdimos.
Hubo una historia: todos la olvidamos.
Hubo una patria: todos la vendimos.
Hubo un amor y todos traicionamos.

Una ciudad espléndida tuvimos
Que se quedó sin fiestas y sin ramos.
No me pregunten cuánto la quisimos
Si alguien sabe porqué la abandonamos.

Esta es mi tierra, la que yo he elegido.
Una esperanza humilde es su vestido
Y el resplandor de un río enamorado.

Que alguien me diga dónde se ha escondido
El enemigo cruel, el mal nacido
Que así destruye lo que más se ha amado.